domingo, 28 de febrero de 2010

"Sirve a Dios con amor"



"Haya pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres".

Filipenses 2:5-7

Que impactante es leer ésta palabra e imaginar como Jesús en su majestad y poder, decidió despojarse de sí mismo para servir entre los hombres. Es impresionante pensar en la magnitud del amor con el que Cristo nos amó. Amor suficiente como para dejar la casa de su Padre y venir a un mundo corrompido. Amor tan fiel como para continuar con su misión a pesar del rechazo y la persecución que experimentó en su trayecto en la tierra. Un amor ilimitado que le llevó a humillarse frente a un pueblo rebelde, siendo nada menos que el Hijo del Rey de reyes. Un amor paciente que le permitió predicar entre hombres necios y engreidos. Un amor apacible para convivir con publicanos, mercaderes y pescadores. Un amor sensible que conmovió su corazón ante los pobres y afligidos. Un amor tan fuerte que lo mantuvo firme hasta la cruz.

Si la característica que salta a primera vista al analizar la vida de Jesús, en todo tiempo es el amor. ¿Por qué nos cuesta tanto desarrollarlo? ¿Será que más bien, no ponemos la mira en él?. Si Dios nos dice que lo hagamos todo con amor, ¿Por qué será que hay personas que dicen conocer a Dios, y no reflejan ni una gota de ese amor en sus vidas? ¿Podremos conocer a Dios y no amar?

No, yo creo que definitivamente eso es imposible. Cuando uno comienza verdaderamente a buscar a Dios, y a conocerle, al mismo tiempo empieza a llenarse de su amor, porque "Dios es amor". La cuestión aquí, es que muchas veces llegamos a Cristo y en lugar de poner nuestros ojos y nuestro corazón en Él, desviamos nuestra atención hacia las formas religiosas. Y conforme vamos caminando con la vista en ellas, cada vez determinan más nuestra manera de pensar y por ende, nuestra manera de actuar. Sin darse cuenta uno puede estar adentrándose más y más en un estilo de vida religioso, basado en normas y paradigmas a los cuales hay que ajustarse, y sin embargo, no llegar a conocer a Dios. Por el contrario, el concentrarse demasiado en cuestiones de doctrina suele alejar a las personas de la escencia del carácter de Cristo.

Dios no quiere una iglesia llena de fariseos prontos para alzar la mano y señalar los errores del prógimo. Él anhela un pueblo que tenga su "mismo sentir" de amor y servicio. Un iglesia que realmente refleje el carácter de su Dios, y manifieste su amor en el trato con los demás.

Últimamente he conocido muchas almas decepcionadas de Dios y ajenas a Él, que han determinado no buscarle, porque se han topado con personas que dicen conocer a Dios, y muestran una conducta totalmente opuesta a la que Él desea formar en nosotros. Inclusive hay testimonios de gente que fué herida profundamente por alguien que se decía ser "Cristiano", y en consecuencia han cerrado su corazón a Dios, sin ni siquiera permitirse conocerlo en verdad.

Amigos y hermanos, el ser embajadores de Dios implica un agran responsabilidad. Como representantes suyos debemos adoptar sus mandamientos y estatutos, pero sobre todo, necesitamos conocer su corazón, y vivir su amor diariamente. No podemos representar a alguien a quien no conocemos.

Es por eso que la vida del cristiano debe girar en torno a Cristo, y no a una religión. Más bien, debe ser una relación íntima con el Señor en la cual podamos conocerle más cada día y llenarnos de su perfecto y dulce amor. Mismo amor que se verá reflejado a través del servicio a Dios. Un servicio en el cual podamos hacernos los últimos para que Cristo sea exaltado, y muchos más puedan ser atraídos por su amor.

Lo importante del servicio no son los títulos, ni haber quien hace más o quien hace menos. Tampoco es una competencia que hay que ganar, ni una imposición que se deba cumplir por obligación. Lo importante es llevar una vida dedicada al Señor, con un corazón agradecido, derramado ante Él. Es usar aquellos dones que Dios te ha dado para fructificar en esta tierra. Es, sin importar tu área de trabajo, "hacerlo todo con amor".