Dios tiene todo bajo control

Es ya una tradición que cada domingo saliendo de la iglesia vaya a comer con mi madre. Para llegar al departamento en donde ella vive debo caminar por un callejón donde se encuentra un centro nocturno, sin embargo eso no es ningún problema porque por lo regular paso por ahí al medio día. Desde la primera vez que fui a comer con mi mamá, siempre que pasaba por esa calle encontraba a una o dos personas distintas pidiendo limosna, lo cual hasta hace poco me hacía sentir algo incómoda porque sentía que ya les había dado suficiente dinero de mi bolsillo cada domingo y no había ninguna diferencia, ellos(as) estaban siempre ahí, y me resultaba un conflicto tomar la decisión de darles dinero, no por el gasto mínimo que eso significaba, sino por la duda de si les hacía un bien o un mal dándoles dinero.

Un domingo doblé en la esquina de esa calle y pronto me dí cuenta de que a pocos metros estaban dos señoras indígenas pidiendo limosna separadas a cierta distancia una de la otra. Lo primero que pense fué: -Oh no, otra vez gente pidiendo. Entonces comenzó mi lucha interna de la carne contra el espíritu, y le dije al Señor: -Padre, ¿Qué hago? sabes que siempre les doy dinero pero ¿Que tal si solo lo gastan en vicios? o alomejor ni siquiera se lo quedan ellas y lo entregan a alguna persona que las supervisa, ¿No sería mejor que trabajaran en otra cosa? ¿Acaso no es mejor enseñar a pescar que dar el pescado? Para esto mientras oraba, "sin querer queriendo" me pase de largo e ignoré a la primer señora que estaba sentada en el suelo y seguí caminando, casí llegaba hasta donde estaba la segunda cuando Dios me respondió: -"Ora por ellas". Sacudí mi cabeza y seguí caminando, decidí pensar que había sido solo mi imaginación y cuando acababa de pasar a la segunda señora volví a escuchar su voz diciendo: -"Ora por ellas". Literalmente me quedé paralizada, ¿para qué pedía consejo a Dios si no iba a obedecer?, respiré profundo, me tragué mi orgullo y me dí la vuelta.

¿Saben que fué lo que sucedió? Algo increiblemente hermoso. Regresé a orar por ellas y las dos recibieron a Cristo como su Señor y Salvador. La primera de ellas parecía que no podía creer lo que le estaba pasando y me detuve un buen momento a platicar con ella hasta que con ojos llorosos y un suspiro me dió las gracias. La segunda, era una señora de edad muy avanzada, parecía muy triste y sus ojos blanquecinos que apenas y podían ver reflejaban un cansancio tremendo de toda una vida, y un profundo dolor. Si tan solo hubiesen visto su rostro de esperanza cuando le pregunte si podía orar por ella, apenas coloqué mi mano sobre su cabeza y rompió en llanto. Tenía tanta sed y tanta necesidad del amor de Dios que aceptó inmediatamente mi oración. Cuando terminamos de orar y aceptó a Jesús, un fuerte impulso me llevó sentarme con ella y abrazarla fuertemente. En ese instante me olvidé de todo, no me importó si mi mamá salía a esperarme (como suele hacerlo) y me veía en el suelo abrazando a aquella mujer, ni los carros que pasaban en ese momento, ni la gente que podía verme. Entonces lloramos juntas y mientras la abrazaba sentía que más bien el mismo Jesús me abrazaba a mí, fue tan bello, mi corazón latía fuertemente y entonces pude sentir como Dios estaba sanando heridas de un largo caminar de soledad, y entendí que ÉL estaba por recoger esa alma, que se acercaba la hora de su partida, pero justo a tiempo nuestro Dios de amor en su gran misericordia se encargo de acomodar las cosas para que esa alma fuera salvada. ¿No es increible la magnitud del amor de Dios? Quizá esa mujer nunca había escuchado de ÉL o tal vez creía que ya no le quedaba nada en la vida, probablemente ya había perdido toda su esperanza y pensaba que nadie la quería y que todos pasaban indeferentes a su lado, que cuando muriera nadie la recordaría.

Pero el Dios todopoderoso tenía todo preparado, ÉL la conocía perfectamente y había mirado toda su aflicción, y en SU infinito amor se encargaría de sorprenderla y tomarla para SU Reino.

Después de ese día no volví a ver a esas mujeres, y cada que paso por esa calle las recuerdo con amor y me pregunto que habrá sido de ellas. Probablemente la primera retomó su esperanza y fortaleza, y la segunda... tal vez ahora mismo se encuentra al lado de su Dios que la rescató, gozándose en SU presencia.

Dios no ama solo a quienes tienen un alto puesto en su trabajo, a quienes sacan las mejores calificaciones, a quienes ganan más medallas, a quienes venden más productos, ni a quienes reciben más limosna. DIOS NOS AMA A TODOS POR IGUAL, nos ama tanto que envió a su único Hijo a recibir insultos; a ser torturado y escupido; a usar una corona de espinas; a morir en la cruz, para que pudiésemos tener salvación y habitar con ÉL por la enternidad. La salvación no se gana ni se compra, la salvación ya ha sido pagada por Jesús. Esas mujeres no tuvieron que hacer nada para que DIOS las salvara, simplemente tomaron una sabia decisión.

Hoy DIOS te está ofreciendo esa salvación únicamente por SU GRACIA.

Tú decides: La tomas o la dejas.

"Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna"

Juan3:16